Querida amiga,
Vivimos con la mirada puesta en la distancia, en lo que no alcanzamos: en el arrepentimiento o anhelo del pasado, o en la ansiedad y planificación del futuro, pero casi nunca en el presente. Pasamos por alto que es aquí donde único podemos actuar, el único lugar que realmente existe. Todo lo demás son situaciones hipotéticas, escenarios imaginarios o recuerdos de lo que fue y por más que dediquemos horas a pensarlo no volverá.
Es frecuente en nosotros tener patrones para evadirnos de situaciones angustiosas. A menudo, cuando nos sentimos bloqueados en nuestros propósitos presentes, “huimos” al futuro idealizando el escenario que queremos o al pasado sufriendo por lo que ya no es, en vez de centrarnos en lo que podemos hacer. Nos acomodamos inconscientemente en el imaginario, en los ojalá o en las quejas, en una posición más fácil y segura ya que ahí no es necesario ni posible tomar acción.
Vivir con esta sensación de ahogo, de no llegar a la meta, siempre mirando a lo lejos, hace que no disfrutemos del camino, de lo único real, el momento presente.
A fin de cuentas, el futuro no existe. Es una idea que nos hacemos de lo que pasará, porque cuando por fin llega ese futuro, lo hace vestido de presente. De manera que la forma más fácil de acceder a ese futuro incierto que tanto tememos y deseamos a la vez, es ocupándonos de vivir el momento presente.
Ya es aquí justamente donde se encuentra el disfrute de la vida, en el ahora, en las cotidianidades que nos rodean.
Puedes comprobarlo mirándote a ti misma. Cuando recuerdas con nostalgia el pasado y piensas en momentos alegres de la vida, puedes darte cuenta de que la felicidad reside en las pequeñas cosas, en aquello que considerabas rutinario. Un buen recuerdo está marcado por eventos que pasabas por alto: una sonrisa de complicidad, un abrazo cuando más lo necesitabas, una mirada de ternura y amor, un olor que te hacía sentir en casa… Y aunque sean cosas tan aparentemente simples, mirándolo con perspectiva, te hacen sentir que lo tenías todo. Pero si eres realmente fiel al recuerdo, te das cuenta de que en ese momento tu mente también estaba igual de atormentada con angustias del pasado y problemas del futuro. No lo estabas saboreando y valorando plenamente.
¿Cuándo vas a empezar a vivir tu presente? Cuando vas a darle valor al instante del abrazo, a la sonrisa de comprensión, al aroma de tu café en las mañanas, a la sensación acogedora de tu cama…
Cuando me mudé a Barcelona, estuve los primeros años añorando mi vida pasada. Pensaba diariamente en lo que ya no tenía, se podría decir que me convertí en una personificación de la nostalgia. Sentía que absolutamente nada podía llenar ese vacío. Con el tiempo se fue atenuando la sensación, pero aún así quedaba algo dentro de mi. No fue hasta que decidí verlo, ir a terapia y entrar en un proceso de autoaceptación que la situación cambió. Me di cuenta de que podía aceptar y sentir la pérdida del pasado sin perder el disfrute del presente. Que había estado pasando por alto todo lo que sí tenía, lo que me hacía feliz en mi día a día y las muchas cosas en mi vida por las que estar agradecida.
Si te has sentido identificada y quieres iniciar un proceso de autoconocimiento, de reencuentro contigo misma y crecimiento, te invito a ti a que te pongas en contacto conmigo para conversar y ver si yo puedo acompañarte en este camino.
Recibe mi cálido abrazo,
Xochitl
Imagen de wirestock en Freepik