Querida amiga,
Hoy quiero hablarte sobre algo que puede resonar profundamente contigo, especialmente en esos momentos de cambios y desafíos en la vida: el final de una relación. Sabes, cuando las cosas llegan a su fin, puede sentirse como si un pedazo de tu corazón se rompiera en mil pedazos. Pero déjame compartir contigo una perspectiva que quizás no hayas considerado: después de cada cierre, se abre una puerta a un nivel superior de autoconocimiento y satisfacción. Y créeme, si te permites dar un paso atrás, poner la intención correcta y tomarte el tiempo necesario, esta experiencia puede convertirse en un profundo regalo de crecimiento personal.
¿Te sientes perdida?
Cuando una relación llega a su fin, es natural experimentar dolor, tristeza y una sensación de pérdida. Surge un miedo profundo a no volver a sentirte viva, ilusionada y llena de energía. Temes no encontrar a esa persona especial con la que compartir tu intimidad y todo ese amor que vive en ti. Te entiendo, he transitado por esos caminos.
Por suerte, nada es absoluto, y este momento triste es a la vez perfecto para profundizar en ti misma y descubrir más sobre quién eres realmente. Permítete sentir todas esas emociones sin juzgarte. Dales espacio para que se expresen y entenderás que el dolor es necesario para la transformación que estás iniciando y sólo un recordatorio de lo que fue, no de lo que está por venir.
Por el contrario reprimir lo que sientes te llevará a vivir simulando y entregarte a un personaje que te costará sostener, alimentará una ansiedad que será difícil de controlar, sin poder entregarte al aprendizaje. Sentir es humano e imprescindible para nuestro crecimiento.
Atrévete a andar sola.
Imagina que cada lágrima derramada es una pequeña liberación, una oportunidad para soltar lo que ya no te sirve. Esto es parte del proceso de sanación. Puede que sientas que te falta algo, pero en realidad, lo que estás haciendo es ganar espacio para lo nuevo y mejor que vendrá a tu vida.
Aquí está la clave: la sanación no se trata de “olvidar” la relación o las emociones que la acompañan. Se trata de aprender de ellas, de crecer gracias a ellas. Por eso, tómate el tiempo necesario para reflexionar sobre lo que has vivido, y aprende de tus actos. Revisa tus limitaciones y tus emociones, ahora desde un espacio seguro, como espectadora de tu propia vida. Date el lujo de desentrañar los aspectos de ti misma que quizá te pasaron inadvertidos durante esa relación. La autenticidad se reencuentra en esos momentos de autoexploración y autodescubrimiento.
Sé que a veces puede acecharte el miedo a la soledad, a abrirte a nuevas oportunidades, a sentirte vulnerable otra vez. Pero recuerda que el miedo es sólo un visitante, no un residente permanente en tu corazón. No permitas que te detenga. Enfrentar el miedo te hará más fuerte y te llevará a lugares que nunca imaginaste.
El cambio no es un paso, es un proceso.
Verás, amiga, el final de una relación no es el final de tu historia. Es un nuevo comienzo. Te da la oportunidad de redefinir quién eres, lo que deseas y mereces. Te invita a empoderarte, a tomar las riendas de tu vida y a construir tu bienestar desde adentro hacia afuera. Te permite ganar en seguridad, y no buscarla en nueva pareja, salir de la dependencia emocional, porque entonces tu felicidad será cada vez más algo propio que prestado, y las relaciones que están por llegar más sanas.
Así que, en este proceso, date el permiso de sentir, de soltar y de crecer. No te apresures. Aprovecha esta pausa para cuidarte, para mimarte y para nutrirte. Rodéate de amigos que te apoyen, busca actividades que te hagan sentir viva y enérgica.
Recuerda que cada final marca el comienzo de algo nuevo y maravilloso. Es como el ciclo de las estaciones: después del invierno siempre llega la primavera. Y créeme, amiga, estás a punto de florecer de una manera hermosa y única.
Así que aquí estoy, enviándote todo mi amor y apoyo en este viaje. Tú tienes la fuerza y el coraje dentro de ti para atravesar cualquier desafío que se presente en tu camino. Y yo estaré aquí, aplaudiéndote en cada paso y si quieres también acompañándote en tu proceso.
Recibe un gran abrazo,
Xochitl.
Imagen: cocoparisienne en pixabay.