Hola amiga, durante años se ha hablado del perfeccionismo, como de una medalla a exhibir con satisfacción. Pero no es menos cierto que a veces puede convertirse en un peso que nos deja en la insatisfacción. Te propongo hoy revisar este tema.
El perfeccionismo adaptativo y el desadaptativo
Y es que el perfeccionismo puede ayudarnos a adaptarnos mejor a nuestro medio o dificultarnos esta necesidad. La búsqueda de la excelencia de manera sana, es decir, el perfeccionismo saludable o adaptativo, nos permite enfrentar metas. Con esta visión el logro de los objetivos, fortalece nuestra autoestima. Los fallos, entonces se viven como parte del aprendizaje, motivan a la búsqueda de otras opciones, y no son relacionados con nuestros valores.
En cambio el perfeccionismo desadaptativo, al que le voy a dedicar más tiempo en este artículo, suele generar una baja autoestima, al identificar el valor personal con factores externos. La persona se juzga por lo que hace y no por lo que es. Se siente vulnerable frente a la posibilidad de fallar, o ser criticada. Este temor le hace estar siempre alerta. Y es que desde esta posición se tiende a minimizar los logros y a poner el foco de atención en los errores, de una forma muy selectiva y sesgada.
Aspiramos a la perfección y nos olvidamos de nosotras
Cuando nos dejamos llevar por la trampa del perfeccionismo, nos ponemos metas tan altas que es sólo cuestión de tiempo que incumplamos alguna de ellas. Queremos ser perfectas en todo: en nuestras carreras, en nuestras relaciones, como madres, como amigas… la lista parece interminable. Y aunque lo hacemos con la mejor de las intenciones, el resultado puede ser devastador.
La autoexigencia extrema se convierte en una compañía constante. Nos decimos que debemos cumplir con estándares imposibles, y cuando no lo logramos, sentimos inseguridad, culpa y autoestima baja. Con cada expectativa no cumplida, con cada autocrítica, la ansiedad y la decepción crecen. Posponemos el descanso, y nuestras propias necesidades en aras de cumplir metas cada vez más altas.
Nos castigamos por cada pequeño error, sin darnos cuenta que el fallo está en asumir más tareas de las que podemos, en pretender un nivel de perfección poco práctico y en no aceptar nuestra posibilidad de fallar y nuestros propio límites.
El impacto del perfeccionismo en la ansiedad femenina es profundo y significativo. Nos lleva a dudar de nosotras mismas, a sentirnos constantemente preocupadas, como si siempre estuviéramos a punto de cometer un error insalvable. Nos quita la paz mental y nos deja exhaustas emocionalmente.
Perdemos la objetividad a la hora de evaluar la situación que vivimos, y asumimos responsabilidades que no nos corresponden. Sentimos vergüenza y nos hacemos pequeñas. Nos volcamos en una carrera insostenible, para cubrir todos los frentes de la manera más eficiente posible, sin percatarnos del sin sentido que esto supone.
¿Qué debemos aprender para salir del perfeccionismo?
Pero aquí está la verdad que a menudo olvidamos en medio de todo esto: la perfección no existe. Es una ilusión, una meta imposible de alcanzar. Y mientras nos esforcemos por perseguirla, siempre estaremos atrapadas en este ciclo de ansiedad y autoexigencia.
Entonces, ¿cómo podemos liberarnos de esta trampa del perfeccionismo y, por ende, reducir nuestra ansiedad? Esa es la pregunta que muchas de nosotras nos hacemos. Y la respuesta, aunque no sea fácil, comienza con la aceptación.
Aceptar que somos humanas y cometer errores es parte del proceso de aprendizaje y crecimiento. Aprender a ser amables con nosotras mismas, a tratarnos con la misma compasión que tratamos a nuestros seres queridos. Reconocer que nuestro valor no está determinado por cuánto nos acerquemos a la perfección, sino por quiénes somos realmente.
No se trata de conformarse con la mediocridad, sino de liberarnos de la presión del perfeccionismo para alcanzar nuestro verdadero potencial. Es encontrar un equilibrio saludable entre el deseo de mejorar y la aceptación de nuestras imperfecciones y limitaciones.
¿Cómo llegamos a este perfeccionismo desadaptativo?
Como mujeres es importante comprender que las raíces del perfeccionismo nos fueron inculcadas desde nuestros primeros años de vida. Aprendimos que para ver la cara de orgullo de papá o mamá debíamos sacar buenas notas, no expresar nuestras verdades, y cumplir sus expectativas.
Luego nos llegó toda la presión social en imágenes y mensajes de cómo debíamos ser. Trabajadoras eficientes, buenas hijas y madres, esposas comprensivas, emocionalmente maduras, organizadas, modestas, guapas, inteligentes…
Además, las críticas y los fracasos del pasado contribuyeron a sembrar el miedo en nuestro interior. Para protegernos de este temor, nos aferramos aún más a la ilusión de la perfección. Una de las formas más insidiosas en que el perfeccionismo se arraiga en nosotras es a través de la comparación constante con los demás y la búsqueda incesante de validación externa.
En un mundo saturado de redes sociales, es fácil caer en la trampa de comparar nuestros logros, nuestra apariencia y nuestra vida en general con la de los demás. Cuanto más nos comparamos, más insuficientes nos sentimos.
Llegado a este punto, podemos reconocer que el deseo de perfección no surge de una necesidad genuina, sino de la búsqueda de amor y aceptación por parte de nuestros padres en la infancia, seguida de la necesidad de ser aceptadas socialmente más tarde en la vida. Al comprender que estas creencias y comportamientos fueron moldeados por nuestro entorno, podemos empezar a valorar nuestras propias ideas y satisfacer nuestras necesidades. Aceptar nuestra humanidad e imperfección en un proceso de sanación y liberación de la rigidez del perfeccionismo.
La salida del perfeccionismo y la terapia Gestalt
Desafiar el perfeccionismo es un camino que requiere valentía, autoconocimiento y compasión. La terapia gestáltica nos ofrece herramientas poderosas para abordar este reto desde una perspectiva más holística y centrada en el presente. Te mostraré unos ejemplos de cómo puede ayudarte.
- Autoevaluación con enfoque gestáltico.
La terapia Gestalt nos invita a centrarnos en nuestras experiencias presentes, observando cómo pensamos, sentimos y actuamos en el aquí y ahora. Una técnica útil es la auto-observación sin juicio. Dedica tiempo cada día para reflexionar sobre tus pensamientos y comportamientos, sin juzgarlos como buenos o malos. ¿Qué emociones surgen cuando te enfrentas a una tarea que consideras importante? ¿Qué pensamientos recurrentes te limitan o te impulsan hacia la acción? Al tomar conciencia de estos patrones, puedes comenzar a identificar los aspectos perfeccionistas de tu forma de pensar y actuar.
- Prácticas de autocuidado desde la perspectiva gestáltica.
La autocompasión y el perdón de uno mismo son piedras angulares de la terapia gestáltica. Reconoce que eres una persona valiosa y mereces amor y comprensión, incluso cuando cometes errores o no alcanzas tus propias expectativas. Practica el autocuidado de manera deliberada y consciente, dedicando tiempo para actividades que nutran tu cuerpo, mente y espíritu. Esto podría incluir actividades como el ejercicio físico, la meditación, la escritura terapéutica o simplemente tomarte un tiempo para estar en contacto con la naturaleza.
- Ejercicios de autorreflexión desde el enfoque de la Gestalt.
La terapia gestáltica enfatiza la importancia de la conciencia y la responsabilidad personal. Pon atención en la forma que el perfeccionismo te ha ayudado en tu vida pero también reconoce las formas en que te ha limitado y causado sufrimiento. Este ejercicio puede ayudarte a integrar y reconciliar diferentes aspectos de tu ser, permitiéndote avanzar hacia una relación más saludable contigo misma.
Siempre estás a tiempo de cambiar
Querida amiga, recuerda que vales por quien eres, no por lo que haces para cumplir expectativas ajenas. Cuídate, quiérete y sé tú misma. Eres suficiente tal como eres, cometiendo errores, siendo humana. En esto reside lo maravilloso de tu ser.
Si estás necesitando ayuda para dejar atrás esos rasgos perfeccionistas que tanto te pesan y para liberarte de la ansiedad que te originan, contáctame y conversemos sobre tu caso en particular.
Un abrazo,
Xochitl.
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